La campana de D. Pelayo González |
No tenía espadaña ni campana la capilla de Ntra. Sra. de las Nieves, en Cuadroveña (Parres); de modo que el edificio en sí no poseía identificación propia que le distinguiese como la capilla local, tras su reconstrucción en el año 1922.
D. Gustavo bendiciendo la nueva campana. |
Javier Sierra con la campana y su espadaña. |
Javier Sierra en el momento de instalar la campana |
Entre los actuales dueños del inmediato chalet de Villa Margarita se encontraba don Pelayo González Álvarez -desde hacía casi cincuenta años- que había sido canónigo en la Catedral-mezquita de Córdoba, el cual había decidido dotar a la capilla de espadaña y campana. Fue ésta última fundida en Meruelo, (Cantabria) en el año 2002, un año después del fallecimiento de don Pelayo -que no llegó a verla-. En la misma aparece grabada en relieve la inscripción “me hicieron en memoria de don Pelayo” y la fecha de defunción del mismo, el 3 de abril de 2001; y -por último- “Cuadroveña, 2002”.
La campana esperaba a que manos amigas decidiesen darle el uso para el que fue fundida y ello no ocurrió hasta hace unas semanas, tras doce años de espera. Rescatada de su olvidada y temporal morada, llegó al lugar al que va a servir a partir de ahora. Aún le faltaban otras manos para situarla sobre la capilla de la que va ser sonora portavoz y las encontró en Javier Sierra Marinas, vecino de Cuadroveña, con el que don Pelayo platicó tantas veces sobre el asunto, llegando a presentarle Javier una maqueta de la capilla, ya con su espadaña. Dicha maqueta la conserva este artesano -y alcalde pedáneo de su pueblo- en el taller en que pasa largas horas dedicado a los trabajos de artesanía que, después, pone a la venta en las múltiples ferias y exposiciones a las que acude.
De modo que cuando el próximo domingo, día 3 de agosto, la capilla de Las Nieves de Cuadroveña estrene espadaña y campana se lo deberemos a dos personas: al desaparecido don Pelayo -que costeó íntegramente el valor de la campana- y a Javier Sierra que diseñó la espadaña, buscó las piedras para la misma, las talló personalmente y –por último- hizo la obra correspondiente sobre el muro de la capilla para su instalación, todo ello de forma altruista como donación a su pueblo y para cumplir la promesa que –más de trece años antes- le había hecho a don Pelayo González. Cuadroveña se lo merecía, pues “la madre de Arriondas” -como gusta denominarla este cronista- albergó el ayuntamiento de Parres durante casi 300 años y dentro de sus límites estuvo la antigua iglesia parroquial de San Martín durante más de seis siglos.
Procesión de la Virgen de las Nieves |
Sus actuales 114 vecinos (59 varones y 55 mujeres) esperan oír por vez primera los tañidos de su nueva campana cuando la Virgen de las Nieves recorra el próximo domingo, día 3 de agosto, la carretera que recorre el pueblo, acompañada de vecinos y forasteros, con gaita y tambor, amén del imprescindible ramu de pan.
Y, hablando de campanas, la decana en la villa de Arriondas es la del antiguo ayuntamiento y ella misma dice que tiene 143 años. También espera manos amigas que la saquen a la luz, después de tantas décadas de obligado silencio. En este caso no volverá a desempeñar la función para la que nació en 1871, sino que pasará a ser objeto de ornato, decoración y memoria en algún rincón de la villa.
La campana del antiguo reloj del Ayuntamiento de Arriondas de 1871 |
Francisco José Rozada Martínez.
Cronista de Parres.
¿Qué tiene la campana que convoca
con lengua de metal desde la torre?
¿Qué le falta a una ermita soledosa,
oculta siempre sin su voz de bronce?
Hoy, tras años yaciendo oculta en polvo,
la pusieron sonora en la espadaña.
Pondrá sus notas de festivo gozo,
llorará ante la muerte, resignada.
El verde valle inundará su canto,
melodía que ríe, gime o llora,
canción de eternidad que enjuga el llanto,
voz de la plenitud que el hombre añora.
Frente a la levedad abrumadora,
tu canto invita a los sublimes sueños.
¡Hazme soñar, campana, con tus notas
y en tu valle bucólico y sereno!
Si no hay nadie que llore cuando muera,
tú llorarás, campana quejumbrosa.
Si no hay nadie que cante a mi alma en fiesta,
tu cantarás con música gozosa.
¡Cuántas notas ocultas en el polvo
se derraman al aire en este día!
¡Gracias a tantos brazos generosos
que han dado voz a la callada ermita!
con lengua de metal desde la torre?
¿Qué le falta a una ermita soledosa,
oculta siempre sin su voz de bronce?
Hoy, tras años yaciendo oculta en polvo,
la pusieron sonora en la espadaña.
Pondrá sus notas de festivo gozo,
llorará ante la muerte, resignada.
El verde valle inundará su canto,
melodía que ríe, gime o llora,
canción de eternidad que enjuga el llanto,
voz de la plenitud que el hombre añora.
Frente a la levedad abrumadora,
tu canto invita a los sublimes sueños.
¡Hazme soñar, campana, con tus notas
y en tu valle bucólico y sereno!
Si no hay nadie que llore cuando muera,
tú llorarás, campana quejumbrosa.
Si no hay nadie que cante a mi alma en fiesta,
tu cantarás con música gozosa.
¡Cuántas notas ocultas en el polvo
se derraman al aire en este día!
¡Gracias a tantos brazos generosos
que han dado voz a la callada ermita!
Silvino Pascual Martín.
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