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martes, 11 de noviembre de 2014

La importancia de la Parroquia de Santa María de Viabaño.

Barca de Arobes 1960




Barqueros
Misa de celebración de la traida del agua a Llames.
Durante años fue un constante lamento en el concejo la pérdida de toda la documentación relativa a la Parroquia de Sta. María de Viabaño, habiendo sido esta última en siglos pasados la más importante del Concejo de Parres.

Nada se conservaba con relación a sus raíces eclesiásticas, mientras las demás parroquias del concejo tenían bajo cuidadosa custodia todo lo referente a sus vecinos bautizados, confirmados, casados, difuntos, o a los
libros de fábrica alusivos a la construcción de sus iglesias, ermitas y cementerios, así como a los informes de los visitadores que la mitra ovetense enviaba periódicamente para controlar el funcionamiento de todos
los asuntos eclesiales, y si se debían o no corregir aquellos aspectos que no fuesen fieles a la ortodoxia vigente. Viabaño había perdido -por descuido, dejadez o abandono de quienes están obligados a su custodia- todos los libros referentes a su larga historia como parroquia. Apenas si quedó un libro relativo a los difuntos, el cual sólo abarca el periodo 1882-1936. 
En barca a bautizar
Fuente-surtidor en Llames
A veces ocurren pequeños milagros, como es que alguien encontró recientemente esos viejos libros desaparecidos en una antigua librería, allá por Gijón y -ojeando (además de hojear) sus gastadas páginas- vio que a nadie le serían más útiles que a los descendientes de aquellos vecinos ya desaparecidos mucho tiempo atrás, amén de a los estudiosos de la historia de Parres, de sus pueblos y parroquias, así como de cualquiera que -con dos dedos de frente- sepa valorar lo que es el pasado de un lugar, sea éste grande o pequeño, que cada uno es un mundo de diversidad, vidas y aconteceres.

Duermen ya en el blindado archivo diocesano los documentos de la parroquia de Viabaño que nunca debiera haber perdido, algo más frecuente de lo habitual bien por desastres naturales, guerras, robos, despreocupación en su mantenimiento y otras causas diversas, siempre lamentables. En la donación que el Infante don Ramiro II (después rey de León) hizo a la Catedral de San Salvador de Oviedo en el año 926, cita la iglesia de Viabaño en los términos: “In Biabanno eclesiam sancte Marie similiter”.

En el antiguo libro Becerro de la Catedral de Oviedo (año 1385) puede leerse: “Santa María de Viavanno ha de manso quatro días de bués”. Los mansos eran tierras exentas de toda carga de impuestos. Un día de bueyes era una medida típica asturiana equivalente a lo que un par de bueyes podían arar en un día, que eran unos 1.250 metros cuadrados. La parroquia -como todas- tenía también su obligación diezmera o décima parte que los fieles debían pagar a la iglesia sobre maíz, escanda, tocino, huevos y salmones. Hasta los taberneros debían abonar su parte según la venta que tuviesen en sus negocios; una obligación vigente hasta 1841. Cuatro días de bueyes tenía también “Santo Martino de Quadrobenna” (único titular y patrono de Arriondas, después de haberlo sido de Cuadroveña durante más de cinco siglos).

Viabaño -o Biabaño, como aparece en muchos documentos- (hoy Viabañu como topónimo oficial) fue parroquia de mucho peso en el concejo de Parres. El 29 de junio de 1837 el Boletín Oficial publicaba la lista de los vecinos que tenían derecho a voto para elección de diputados, “por disponer como labradores de un par de yuntas propias destinadas exclusivamente a trabajar sus propias tierras”. Algunos vecinos del concejo que no aparecían en esas listas -y que aseguraban cumplir con el requisito antes expresado para tener derecho a voto- reclamaron por su exclusión. Quince años después se citan como vecinos elegibles para cargos municipales (por ser los que más contribución pagaban tanto al Estado como al municipio): don Manuel Pérez González, porque pagaba 307 reales; don Manuel Pérez Fdez. con 275 reales y 16 maravedís; don José García Valles pagaba 275 rls.; don Bernardo Longo contribuía con 270 y así otros siete más.
Fiesta de los Ramos

Fiesta de los Ramos.

Eran electores no elegibles en ese año los curas que Viabaño tenía a su servicio, nada menos que cuatro, a saber: don Manuel de la Viña Fdez. como cura párroco; don Melchor Glez., don Ramón Álvarez y don José Valdés Monasterio, los tres como presbíteros capellanes.En 1847 Viabaño tenía 281 vecinos o cabezas de familia (que no es lo mismo que habitantes) distribuidos de la siguiente manera:

Arobes y Romillo tenían 67; Granda de Arriba: 30; Granda de Abajo y Carrio: 52; Tospe y El Otero tenían 54 y Collado y Llames un total de 78 vecinos. Era la parroquia con el mayor número de cabezas de familia del concejo hace 167 años, seguida por San Juan de Parres con 228 y Santo Tomás de Collía, con 164.
 Viabaño llegó a tener 1.402 habitantes en 1910; 1.140 en el año 1950 y 728 en 1970. Son 408 habitantes actualmente entre los siete pueblos que conforman su parroquia

Cuarenta y cuatro pueblecitos, aldeas, barrios y quintanas estaban dispersos por la parroquia, desde Arobes hasta El Zampiñuelu, pasando por Carriu, Llames, Granda, Ozanes, Romillu, Tospe o San Martín.

Pascual Madoz registraba hace siglo y medio la existencia de doce molinos harineros, cereales, patatas y legumbres, además de lino y cáñamo, en una parroquia con muy buenas cosechas de maíz que se completaban con la cría de ganado vacuno, lanar y de cerda. El sobrante de la cosecha, la sidra
y el ganado se ponían a la venta en el mercado que tenía lugar “todos los sábados, en el Collado del Otero de Llames”, dado que el mercado en la villa de Arriondas era, por aquel entonces, los martes. En el reparto de utilidades anuales del año 1841 se contabilizaron 77 hacendados forasteros, entre los que destacaban los Condes de la Vega del Sella o el Señor de Benavides, además del Cabildo de Oviedo, la Mitra Episcopal y los Monasterios de Villanueva y San Pelayo de Oviedo. En 1873 el Consistorio parragués envió una comunicación al Gobierno Provincial en la que le informaba que en su término municipal no había establecimientos de crédito, ni casas de banca, ni de comercio, ni sociedades industriales, ni particular alguno que se dedicase al comercio. La red viaria interior era deplorable y estaba totalmente abandonada, a merced de los vecinos que -en sestaferias colectivas- intentaban paliar tanta desidia. Ya Jovellanos citaba estos caminos “como unos de los más perversos de Asturias”.

El Viaje de la Reina Isabel II a Covadonga -el 28 de agosto de 1858- dio motivo para que se acondicionase el camino que atraviesa la parroquia de Viabañu. Así le quedó el nombre de “Camín de la Reina”, el cual discurría por el antiguo trazado de la calzada romana creada por la Legión VII. Con motivo del paso de esta comitiva real quedó escrito que en Viabañu se buscaron varias parejas de bueyes y vacas para ayudar a subir los coches en las pendientes del camino, tanto a la ida como a la vuelta. Algunas parejas fueron utilizadas para ese cometido y sus dueños cobraron por el trabajo, pero nada se abonó a los dueños de las que no fueron necesarias, por lo que éstos últimos acudieron al ayuntamiento reclamando su gratificación y exigiendo que se les pagase con fondos municipales. Aún faltaban 45 años para que el ferrocarril procedente de Oviedo llegase a Arriondas.

Se utilizaba también, a su vez, este “Camín de la Reina” como parte de la ruta jacobea utilizada por los peregrinos procedentes del oriente de Asturias que transitaban por el interior, muchos desde Covadonga. No pocos chicos de Primera Enseñanza lo habrán frecuentado camino de su escuela rural, atendida
por el maestro contratado por los padres cada año. En 1864 –hace ahora siglo y medio- las retribuciones en especie para el maestro estaban establecidas en “un copín de maíz a cada cabeza de familia que mandase
a un niño a la escuela y, copín y medio, al que mandase más de uno”.

Entretanto, a la maestra de niñas “como concurren menor número, se le abonarán dos reales mensuales por cada una”.

Campandengui y Tarancón camino de Vibaño
Campandengui, Tarancón y su secretario José Fernández
El futuro cardenal Tarancón en la barca de Arobes
Detengámonos ahora en la falta de puentes que -sobre el río Piloña- fue un clamor popular que reivindicaba la comunicación entre Viabaño y otros pueblos importantes de su parroquia. Barcas y chalanas suplían la falta de puentes y así ocurrió en el caso que hoy nos ocupa hasta hace ahora poco más de cuatro décadas.

Quejas de los vecinos que nunca fueron atendidas, puesto que ya en 1854 se solicitaba un puente para Arobes -y para otros tramos, tanto del Piloña como del Sella- desde el ayuntamiento parragués. Todavía nos parece escuchar en 1961 al muy recordado cura párroco don Víctor Ortiz solicitando ese puente. Como él decía “el reloj de Viabaño se ha parado hace muchos años. Su historia quedó estancada y faltaron los hombres que la hicieron valer entre las demás aldeas del presente, como antaño lo hicieron sus antepasados”.

Razón tenía señalando que no pedían títulos ni alcaldías, sino que Viabaño, por su núcleo numeroso de habitantes y por hallarse en una encrucijada entre dos riberas, bien se merecía un puente que uniese las dos partes de una parroquia partida. “Un puente para sus ganados, para su servicio de fincas, para su misa de los domingos y para...sus muertos”. Aún las caciquerías pueblerinas, los intereses encontrados y la mucha pedantería de tiempos pasados eran un lastre a mediados del siglo XX.

 Viabañu, la que ostentó la cabeza de sede arciprestal en su capítulo de administración religiosa, con su iglesia del siglo XIII –ahora en 2014 remozada de nuevo- bien se merecía un puente...pero muchísimos años antes de los que tuvo que esperar para verlo, ya en los inicios de la década de los 70 del siglo XX. Concluyamos con las palabras del Padre Ortiz cuando -en 1960- se inauguraba la traída de aguas a Llames de Parres: “Bien es verdad que todo se puso en contra de estos nobles hijos del campo; pero el agua tenía que venir y vino. Sin ventosas, sin técnicos, sin depósito y sin dinero, a pesar de los ocho kilómetros de zanja, en contra de todos los pronósticos, en contra del barro, del tiempo, de las llastras y de los escépticos, porque para vencer esas dificultades había hombres forjados con una voluntad de acero, enamorados de su pueblo, tallados al aire y al sol y al cierzo, esculpidos al cincel del sufrimiento y amasados con la fatiga y el sudor del trabajo cotidiano...”.


Vibaño, el archivo recuperado.


Sean estas líneas un homenaje a don Víctor Ortiz -por esas y tantas otras cosas- y a quienes sólo buscan el bien común sin más intereses, sectarismos ni egolatrías.

Francisco José Rozada Martínez
11 de octubre de 2014


Cruz procesional

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