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domingo, 13 de julio de 2014

La Roza (Parres) 350 años de devoción y fiesta.


Por una carpeta especial conservada en los archivos bajo el epígrafe “Libro de fábrica del Santuario de los Remedios de la Roza”, podemos saber que éste fue fundado en 1664, hace ahora la friolera de 350 años.

En el lugar de la Roza, la ermita de los Remedios fue fundada -a su costa- por el licenciado Marcos de Asiego Valdés, arcipreste de Villanueva y cura de coro, en el año antes mencionado. Este arcipreste la dotó de ara, ornamentos, cáliz, misal, etc. Asimismo, le concedió 1 ducado de renta en un censo de 20 ducados de principal, que el susodicho tenía sobre los bienes de Juan de la Vega de Bustaz y de María de las Felgueras, su mujer. Dicho documento aparece fechado en la ciudad de Oviedo “a 28 días de febrero de mil y seiscientos y sesenta y cuatro años”, día en el que se despachó licencia para bendecir dicha ermita y decir misa en ella el señor provisor, al día siguiente, 29 de febrero de aquel lejano año bisiesto.



En el libro documental conservado de este santuario de los Remedios se puede leer: “Hacen la fiesta principal en la festividad de la Visitación, a dos de julio de cada un año y han de decir una misa por el dicho fundador y para que la oigan los fieles que concurrieren en dicha ermita. El dicho licenciado Asiego, su fundador, reservó para sí el administrar por los días los bienes de dicha ermita y rentas y disponer de ellas en útil de dicha ermita, sin que fuesen tomadas, y nombrar mayordomo a su elección según consta en la escritura de dotación si quisiere y después de sus días, ha de nombrar mayordomo la persona que le sucediere en el patronazgo, junto con el capellán que nombrase el dicho licenciado Asiego”. El nombramiento debía hacerse en la festividad del 2 de julio de cada año y –“si no se pudiese realizar en ese día en la ermita o faltase alguna persona de las expresadas”- se debía hacer en la iglesia parroquial de San Juan de Parres, el primer domingo siguiente a dicha festividad. El mayordomo cuidaba de todo lo relacionado con el santuario y la cofradía correspondiente a lo largo del año y rendía cuentas puntualmente, tanto al cura del lugar como al visitador que el obispo enviaba por las parroquias. Gracias a dicho visitador que acudía para verificar que todo estaba en orden, que las limosnas se destinaban a los fines previstos, que los curas cumplían con sus obligaciones, etc. se pueden conocer -a lo largo de los siglos- los avatares de cada parroquia, en algunos casos con amonestaciones severas para quienes quebrantaban lo pactado.


Preciosa decoración en la ermita de los Remedios.


De hecho, el mayordomo -en la mayoría de las parroquias- era elegido por los vecinos cada año y tenía una asignación definida, bien en dinero o en especie. Durante siglos solían utilizar como residencia habitual una casa al lado de la ermita o iglesia de la que eran responsables.Como rememoraba -hace unos meses- Laudelina García Pandiella, vecina de Vallobil, su bisabuelo Eulogio García Viego fue el último mayordomo de la capilla sita en La Roza.

Así se lo recordábamos también hace unos días a los vecinos de Villar de la Cuesta, con motivo de la reciente celebración de la fiesta de San Antonio en su capilla, ya casi con tres siglos de historia, los mismos que el año pasado cumplía la capilla de San Roque de Bada.

Procesión

Este cura arcipreste que hoy nos ocupa -fundador del santuario de los Remedios de la Roza- llamado Marcos de Asiego Valdés, (que antes había sido arcipreste de Villaviciosa) compró -al año siguiente y a su costa- campana para la ermita, “de veinteyocho libras y media de peso, en veinteysiete Deze (diciembre) de mil y seiscientos y sesenta y cinco años”.

El documento de fundación de la capilla de Los Remedios de La Roza concluye con la oración: “Laus omnipotens Deus, eiusque Santissima Mater Virginis Mariae...”, (Alabado sea Dios Omnipotente y su Santísima Madre la Virgen María...).

Por todo ello la diligente comisión de fiestas de La Roza (SO.FE.CU) -en el concejo de Parres- ha hecho este año un esfuerzo especial para celebrar con la máxima brillantez -el próximo día 5 de julio- los tres siglos y medio que cumple su capilla-santuario, manteniendo esta entrañable tradición que hace memoria -cada año- de aquellos sus antepasados que hicieron lo mismo a través de los siglos.





Francisco Rozada.
Cronista oficial de Parres.


350 AÑOS DE DEVOCIÓN Y MEMORIAS (1664-2014)
Pregón de Francisco Rozada en el 350 aniversario de la ermita de los Remedios de la Roza.

Hoy hace 350 años también el día 5 de julio era sábado. Y es difícil de imaginarse cómo habrían celebrado aquellos antepasados de la zona su primera fiesta de Los Remedios, recién celebrada tres días antes. Sólo sabemos que el lugar era este mismo en el que nos encontramos y todo lo demás debemos de imaginarlo.

Marcos de Asiego Valdés -el cura arcipreste de la parroquia de Santa María de Villanueva- había decidido un tiempo antes fundar un pequeño santuario dedicado a la Virgen de los Remedios y -en la capilla recién estrenada-se había celebrado la primera misa el viernes, 29 de febrero, de aquel lejano año bisiesto de 1664. Tener iglesia propia era como un ensayo de independencia para el pueblo; bien sabemos -por otra parte- que a esta ermita acudían los vecinos de la Roza, lo mismo que los de otros núcleos rurales próximos.

Tres siglos y medio en la historia de un pueblo dan para mucho. Monarquías, repúblicas, guerras, evoluciones, exilios, epidemias, hambrunas y miserias de todo tipo acompañaron a demasiadas generaciones de parragueses -y asturianos- que acudían a estos lugares en busca de consuelo, de salud o de un poco de piedad para sí mismos y para los suyos.

La Virgen de nuevo en su casa.
No podían aportar mucho para levantar y mantener la ermita, la casa de novenas y al mayordomo que las custodiaba. Si hiciésemos una excavación a fondo en este paraje -tan asturianamente acogedor- encontraríamos todo tipo de monedas: maravedís, reales, escudos, ducados, soberanos, ochavos, doblones, onzas y pelucones, entre otras. Las equivalencias no vienen a cuento y nos resultan tan lejanas como para un adolescente de ahora mismo hablarle de perronas, perrinas, duros o pesetas.

Es cierto que la fe mueve montañas -o al menos las movía- y santuarios como éste dedicados a una imagen de la Virgen María, la cual -pensaban-podía remediar tantas carencias, eran ya de por sí lugares de atracción, bien por enraizadas creencias, bien porque “total nada se pierde por pedir”, o porque “nada peor ya no nos puede ocurrir”.

La ermita se levantó con las manos, el sudor, la fe y los dineros de aquellos lejanos antepasados. Como el cura fundador disponía de los bienes que le habían dejado el matrimonio Juan de la Vega de Bustaz y su mujer María de las Felgueras, pudo concederle a la ermita 1 ducado de renta (era una moneda de oro de 3,60 gramos), todo sobre unos bienes valorados en 20 ducados más (lo que suponía 7.500 maravedís, una cantidad muy apreciable).

Levantaron la ermita, y el cura la dotó de lo necesario para el culto, comprando al año siguiente -por su cuenta- una campana de 28 libras de peso (que como sabemos son unos 13 kilos).

¿Tenemos que hacerle a los cimientos de estas ruinas próximas la prueba del carbono 14 para saber su origen? No nos hace falta, porque en ese único y muy desgastado libro que se conserva y que va desde 1664 hasta 1768 (104 años justos... y no se conservan los libros posteriores) se puede leer que la que se llamaba “casa de novenas” -en la que solía vivir el mayordomo que cuidaba de la ermita- se comenzó a construir tan sólo 12 años después de la consagración de la ermita -en 1676- y les llevó su tiempo puesto que, tres años después, se reservaron 56 reales para cuatro carros de tejas destinadas a la misma.

Recorrer las páginas de este tipo de libros (y dejarse muchas veces las pestañas en desentrañar lo que está escrito) es de veras apasionante. Al menos a mí me produce una emoción especial cuando me encuentro con
ciertos datos y sucesos.

Imaginaos a Marcos de Asiego -el arcipreste fundador- nombrando a dedo al primer mayordomo cuidador de la ermita y al capellán de la misma (y así fue durante los 20 años siguientes, puesto que el apellido Asiego siguió apareciendo durante en esas dos décadas como administradores de la capilla) hasta que el mayordomo comenzó a ser elegido por los vecinos.

El trabajo de los vecinos seguía siendo muy duro; los jóvenes del concejo alegaban para no hacer el servicio militar -llamado de quintas- todo tipo de fundadas razones como padecer tifus, viruela, tuberculosis, tener que atender a sus ancianos padres (que ya lo eran a los 40 años), etc. Veamos un ejemplo: Antonio, un chaval de Vallobil, alegaba que -a sus 17 años- era el mayor de 8 hermanos, que su madre se había quedado ciega y que él había perdido una mano cuando talaba un roble.

Demos ahora un salto de cien años y lleguemos a 1764. Reinaba Carlos III (el que importó la costumbre de los sorteos de lotería –que en Italia llamaban la “beneficiata”- para sacar más dinero y poner un poco de ilusión en sus súbditos.

El ramu.
Echemos un vistazo a los ingresos y gastos que se hicieron públicos el día 2 de julio de 1764, justo un siglo después de la fundación del santuario y hace ahora -por lo tanto- dos siglos y medio.
Los ingresos del año anterior habían sido los siguientes:

38 reales de vellón de la limosna del maíz.
11 reales de la limosna de la escanda.
10 reales del lino y la lana.
2 maravedís de la venta de un libro.
30 reales de las limosnas de la fiesta de Ntra. Señora de los Remedios.
5 reales de limosnas de la fiesta de la Magdalena (porque también se celebraba una concurrida misa en esa jornada, 20 días justos después de Los Remedios).
Y 50 reales de la subasta de dos ramos que ofrecieron unos devotos a la Virgen.

Gastos de la fiesta :
Para la pitanza de 5 sacerdotes “de fuera” 2,25 reales.
Otros 10 mrs. al cura celebrante de “la Gloriosa” (la Virgen de los Remedios).
Más 6 maravedís del pan que se “garró de la parba”.
Otros 2 mrs. del “chicolacte”.
3 mrs. más del queso y la manteca.
14 mrs. en la compra de unos corporales para la capilla.
1 maravedí de una docena de huevos y otros 10 que se “garraron” del vino de la “parba”.
Fiesta y gaitas.
Y -por último- 8 m. pagados por la misa de Magdalena (que siempre anotan como “Madalena” y hasta “Madalegna” (¿).

Y es que esto de las cuentas algunas veces traía cola. Veamos un ejemplo más habitual de lo que pensamos –y que se daba en todas las parroquias-:

En 1708 el mayordomo -D. Pedro Glez. de las Serondas- no había presentado las cuentas de los dos ejercicios anteriores, por lo que el visitador episcopal ordenó al cura que -en el ofertorio de la misa- se le reclamasen 379 reales pendientes de pago, más otros 161 de las limosnas y, si no lo hacía en 20 días, quedaba excomulgado. Para aquella gente no había condena mayor que una excomunión.
Volvamos ahora al tiempo que nos ha tocado en suerte (siempre con la duda de lo que ocurrirá dentro de varios siglos más, algo inimaginable para nosotros, como nuestros ancestros jamás imaginaron un avión, un televisor, un teléfono, un coche y ni siquiera la energía eléctrica).

Vivir el presente será -primero- darle gracias a la Virgen de los Remedios por tantas cosas que tenemos y que no valoramos lo suficiente hasta que las perdemos y -asimismo- rogarle que nos libre de tanta incompetencia, de la dejadez y el pasotismo, la del sálvese quien pueda o la de la corrupción generalizada en tantas instituciones, organismos y sociedades, lo mismo que en no pocos ciudadanos de a pie.

Gaiteros a la puerta de la ermita.

Como ya hicieron nuestros antepasados parece que éste es el último recurso que nos queda, especialmente en la solicitud de trabajo para una cuarta parte de los adultos que viven en España y para más de la mitad de los jóvenes.

Después de agradecer vuestra invitación para dar este primer pregón en un día tan señalado, y de la atención que habéis prestado a estas palabras, cumplamos con el rito que se inició hace 350 veranos y que no es otro que “cada un año celebren una misa por el dicho fundador y para que la oigan los fieles que concurrieren a dicha ermita”.

Y, por último, una recomendación:

¡No perdáis nunca esta tradición que os legaron vuestros antepasados de reuniros aquí al inicio de cada mes de julio!

Fran rozada en la Ermita de los Remedios.










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